Tras el paso de un día demoledor de trabajo o estudio, me dirijo a tomar el transporte camino a mi hogar. Como ha sido una jornada tan exigente mis sentidos no funcionan al cien por ciento, voy cruzando la calle y de repente se atraviesa una persona que había tenido un día parecido al mió, gozaba de la posesión de un automóvil, choca abruptamente con mi cuerpo, de tal manera que lo levanta por los aires, y cae inconsciente, al pavimento.
Después de un dificultoso trabajo de los médicos, mi corazón dejó de latir, el cerebro se desconecto de la realidad y se vio inmerso en un mundo que a ciencia cierta nadie sabe su estructura.
Mi cuerpo sin vida fue llevado a una funeraria, este lugar que por lo general es sobrio y frío, con un impregnante olor a flores, que se combina, con el aroma de las yerbas aromáticas y del café, es insoportable para quienes aun se mantienen con vida y despiden a la persona que habitaba lo que ahora es visto como un cuerpo inerte.
Carlos Ortega Jiménez, Técnico Tanatologo, es el encargado, de preparar mi cuerpo para, que no vaya a transmitir malos olores o enfermedades a mis familiares y personas que me van a observar por ultima vez.
El acondicionamiento consiste, en introducirme un tubo quirúrgico, por mi cuello mediante el cual se van a extraer todos los fluidos del cuerpo para reemplazarlos por preservantes como el Formol; cabe resaltar que antes de este procedimiento “se ha lavado el cuerpo con jabón de loza, preferiblemente jabón Axion, ya que deja el cuerpo bastante limpio, y desaparece por completo la sangre seca que queda en algunas partes del mismo”, señala Carlos.
“Las familias siempre viven muy pendientes de los órganos de su ser querido, la gente piensa que nosotros se lo vamos a sacar, lo que no saben es que tenemos terminantemente prohibido hacer esto, ya que si alguien se da cuenta se puede acabar nuestra carrera (…) en el caso de los marcapasos que son muy costosos, muchas veces los familiares nos piden que lo saquemos y se lo entreguemos, para hacer esto la familia tiene que pasar una carta por escrito a la funeraria, para poder abrir el cadáver y sacar el dispositivo” afirma Carlos Ortega.
Con solo $800.000 Carlos mantiene a su esposa y sus tres hijos, aunque por cada cadáver arreglado como el mio, se gana una comisión “hay días en los que solo llega un cadáver, pero muchas veces alcanzo a arreglar hasta 10 cadáveres” de estos diez cadáveres que embellece Carlos, solo uno, dona sus órganos por disposición de su familia “la donación de órganos esta muy satanizada ya que la gente piensa, es que se va a vender los órganos de sus familiares en el mercado negro, pero no se dan cuenta que hay personas que necesitan de estas partes para poder vivir”
Este personaje seguirá en su rutina diaria, esperando que llegue la hora de partir de este mundo “anhelo 2 cosas, la primera, que mis hijos sigan realizando mi trabajo, y la segunda que mis órganos sean un grano de arena para salvar la vida de algunas personas”
Ocho años de su vida dedicada al arte o profesión de arreglar los cuerpos sin vida, cabe resaltar que este talento lo heredo de su padre, que a su vez lo aprendió de su abuelo, son generaciones dedicadas a ganar dinero, por algo que en realidad todo el mundo evade que es la muerte. Un trabajo siniestro pero necesario.
BIENVENIDOS
Este blog es el resultado del trabajo realizado por los estudiantes de la asignatura "Comunicación, Conflicto y Periodismo" de la Facultad de Comunicacion Social para la Paz de la Universidad Santo Tomas de Bogota, Colombia. Esta investigación ha sido desarrollada por: Diego Fernando Monroy, Angela Viviana Silva, Gina Carolina Sierra, Jeisson Martinez, Luis Fernado Giraldo y Lorena Arenas. El trabajo ha sido dirigido por el profesor Maurizio Ali”.
domingo, 3 de mayo de 2009
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